Cien años del Ateneo de la Juventud
Desde mi punto de vista como participante del coloquio, debo confesar que tuve la impresión de que pocos tocamos al Ateneo como tal. Creo que hubo temas en las ponencias, que aunque interesantes, no traían a la memoria el trabajo de los ateneístas y sus repercusiones a un siglo de distancia.
El pensamiento de los más grandes representantes de los ateneístas: Caso, Vasconcelos, Reyes y Henríquez Ureña, se mantuvo fuerte y vigoroso a lo largo de su vida, por lo cual, es menester señalar que tuvieron la iniciativa y el vigor de tratar de "aterrizar" lo que en sus ideas creían lo mejor para el país. Vasconcelos y Caso, específicamente, tenían la firme convicción de que era con cultura con lo que México tendría una renovación y mejoría después de la revolución. Su esperanza era el espíritu humano, pero el apetito y la ambición política de muchos "revolucionarios" se impuso a lo largo del siglo XX.
Como en todo el mundo, en México impera el pragmatismo sobre la cultura, por lo que la dinámica vital de nuestra sociedad incita y promueve a buscar formas de vida acordes a esa lógica pragmatista. Desde esa perspectiva, toda la educación está encaminada a generar individuos útiles a la sociedad. Sin embargo, la misma lógica mencionada, impulsa la competitividad y con ello, la escasez de trabajo. Este fenómeno es el que ha hecho que muchos jóvenes no tengan interés en el estudio que pudiera prepararlos para el futuro (o sea, que los haga competentes para integrarse a la fuerza laboral), porque no hay garantías de que ello suponga un mejor futuro, con un buen trabajo y una estabilidad económica. Si ni siquiera los estudios encaminados hacia tales fines son llamativos para los jóvenes, ¿cuál será la fortuna de las llamadas humanidades? Impera en gran parte de la juventud la haraganería y la apatía. ¡Qué lejos estamos de los jóvenes que aún creían en que el espíritu liberaría de sus cadenas a los mexicanos!
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