No te engaño por gusto, así es mi genética
Homo non nascitur, fit
Nicol
A principios del mes de septiembre del año pasado, se dio a conocer la simpática noticia de que unos científicos habían descubierto algo así como “el gen de la infidelidad”. Desde luego, esto no pasó inadvertido y, probablemente, mucha gente que ha atravesado por la pena de ser infiel, encontró una justificación –avalada por la ciencia, claro está– bastante ad hoc.
Además de lo hilarante que pueda parecer esta noticia, lo cierto es que vivimos en tiempos donde el paradigma de la Ciencia es la Genética. Hoy en día, el hombre parece haber encontrado aquel principio fundamental, que desde Aristóteles se buscaba; aquello en virtud de lo cual todo lo vivo se interrelaciona. La unidad de lo múltiple, podríamos decir, se ha logrado explicar mediante la genética.
Pero retomando la noticia, lo interesante estriba en que las personas podrían ser infieles y excusarse apelando al descubrimiento del “gen de la infidelidad”. Empero, no es tan sencillo. Si dicho gen es determinante o no, es irrelevante frente a la disposición que tengamos con nuestra pareja y la potencial infidelidad. Esto último es un asunto ético.
Ahora bien, la genética no es absolutamente determinante, por lo que a pesar de que dicho gen exista, uno mismo puede generar una disposición ética que contravenga tal determinación. De hecho, muchas de nuestras acciones y disposiciones en la vida no necesariamente son el cumplimiento de nuestro bagaje genético. Tal como advertía Nicol: los hombres no nacen, se hacen; que equivale a decir que la genética es con lo que nacemos, pero con la ética es con lo que nos hacemos y, por tanto, con lo que somos.
Para saber más del gen de la infidelidad, puede consultarse la siguiente noticia de la BBC
Comentarios
Por otro lado, también es un puzzle difícil comprender el problema de la adicción. Donde la pregunta no es cómo alguien se vuelve adicto, sino ¿cuáles son los elementos que intervienen en el juicio del adicto para recaer en su adicción una y otra vez?
Estos ejemplos los he traído a colación porque, sea por medio de la genética, o la química cerebral o el inconsciente, etc, es cierto que aún estamos lejos de comprender la naturaleza mental y la conducta del ser humano. Sería prudente que los filósofos recordemos las sabias palabras que Spinoza escribió en su Ética: "Nadie sabe lo que puede un cuerpo".
Gracias por comentar.
Es un buen libro, por cierto.
Saludos.
Saludos Santi.