Porque se puede

Hace ya algunos meses atrás, anduvo circulando por la internet y alguno que otro diario de cierto interés, la siguiente imagen:



El simpático animal, causó sensación por el hecho de ser el producto de la primera cruza entre un burro y una cebra o entre un cebro y una burra. La cuestión es que, ante tal grado de extrañeza, la comunidad protectora de animales (y no sé, tal vez hasta Greenpeace) internacional, pegó el grito en el cielo denunciando tal aberración. ¿Cómo es posible -decían los defensores de los animales- que el hombre haga semejantes experimentos? ¿Qué derecho tiene el humano para alterar así a la naturaleza?


Lo cierto es que todo se apagó rápidamente, como siempre, y hoy probablemente ya nadie se acuerde de nuestro burrobro o cebrurro. A pesar de ello, podría uno preguntarse si, efectivamente, el hombre alteró la naturaleza. ¿No será demasiado afirmar que el ser humano ha logrado superar las creaciones naturales? ¿No será, más bien, que la naturaleza posee mayores posibilidades de las que estamos acostumbrados a ver? Porque es un hecho que la aberración fue posible y esto es lo inquietante.


Supongamos que nos empeñamos en cruzar un delfín con un orangután. ¿Por qué razón no surgen híbridos de dichas especies?, o ¿por qué no surgen seres intermedios de la copulación entre simios y humanos? La respuesta, adicionalmente a lo que las ciencias biológicas puedan decir con mayor decoro y precisión, es que eso no es posible. Lo cual implica que la naturaleza permite cosas que pensábamos imposibles. De suerte que si se considera al animalín aquél una aberración, se debe más bien a nuestra ignorancia acerca de las potencias de la realidad y no a un accidente de la misma. ¿Cómo es posible que la realidad, por sí misma, se pueda equivocar? Ello implicaría, entonces, que hay una forma correcta de ser de lo real y una incorrecta. O sea que, siguiendo esto, la realidad puede estar bien o mal. Por consiguiente, el bien y el mal serían estados en los cuales se alberga la realidad entera, en función de su correcto o no, devenir. ¡Bonito cuento metafísico!


Pero pensemos que, tal vez, como decía Schopenhauer, la realidad posee una fuerza determinante pero indeterminada que permite ser a todo lo que captamos. Esa potencia explicaría por qué ciertas posibilidades de la realidad se pueden y otras no. De hecho, el filósofo citado, empleaba un término claramente humano, aunque deseaba prescindir del mismo. El término es Voluntad. La realidad es Voluntad, o sea, potencia pura que carece de limitaciones y cuyas objetivaciones son todas las entidades existentes. Diríamos que somos porque fuimos posibles.


De modo que, al ser, somos un resultado de la posibilidad. Y mientras somos, seguimos actuando porque se puede. Este poder ser cósmico es el que llama la atención y que, además, resulta incomprensible pero parece evidente. ¿Qué es esta fuerza? ¿Por qué ciertas cosas se pueden y otras no? Acaso las preguntas sean simplemente retóricas, pues dudo que exista razón que de cuenta de lo a-racional. Con todo, la patencia de la potencia inquieta a la razón y hasta pareciese que la empuja hacer lo imposible: pensar ahí donde no cabe el pensamiento.


Como sea, lo que creemos imposible puede ponerse en duda porque tal vez la imposibilidad sea una categoría de la razón y no un hecho de la realidad. Y, sin embargo, también hay hechos que se niegan a ser posibles y que la razón registra como orden. He aquí la cuestión de fondo, en virtud de la cual, es menester señalar que las aberraciones no deben ser negadas sino asumidas como posibilidad, aunque sea grotesca, de la realidad. A fin de cuentas, lo real no tiene por qué ser necesariamente lo que creemos.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Ya pasó casi 1mes y no hay novedades. ¿Qué pasó mister?

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