Amar cuando se es amante del saber


Hace poco, un alumno de filosofía se me acercó y me preguntó cómo le hace un filósofo para amar. Intuí, naturalmente, que siendo de los primeros semestres de la carrera, estaba comenzando a ser molesto para alguien con quien convive y no está dentro de las órbitas del pensar. Y recordé mi propia experiencia iniciándome como filósofo: lo primero que le pasa a uno es que se vuelve odioso para otros, especialemente si no les gusta ser cuestionados.

He aquí las ironías de la vida. El filósofo, al menos etimológicamente, es un amante. Menos etimológicamente, me consta que los filósofos son apasionados con lo que estudian y /o reflexionan; o sea que eso de que son sólo racionales, son puras patrañas. Y a pesar de esto, a la vista de otras personas, son gente odiosa. Esto último se agrava cuando la novia o novio del neo-filósofo nota un cambio de actitud considerable en el o la joven en cuestión. El dilema, en estos casos, se hace patente: ¿debo dejar de filosofar cuando esté con mi pareja?, o, ¿debo dejar a mi pareja para filosofar? Oh, sí. El dilema de cuál amor es más fuerte.

No pretendo dejar la solución, sólo mi humilde experiencia que se traduce en términos de recomendación. Quizá suene chocante, acaso pedante o, incluso, descorazonado pero personalmente me ha funcionado: si alguien no los quiere como filósofos, entonces no luchen contra ello. Quien ama, lo hace sin importar la nueva forma de ser. Quien ama sólo una manera de ser y no acepta el cambio, seguramente no aceptará otros que vengan. El amor se prolonga por el tiempo, o sea, a través del cambio; de lo contrario no es amor sino capricho. Y si puede más el amor hacia la persona que hacia a la filosofía, entonces no hay que torturarse y dejar a la razón para acudir adonde el co-razón indique.

En el fondo, lo relevante no es la filosofía, sino el amor que conduzca la propia existencia. Amar es una cuestión seria: esto lo debe de saber cualquier filósofo. El de la filosofía es un tipo de amor, pero quizá no sea el indicado para todos (esto pasa amenudo). Un conflicto de amores se dirime con el tiempo y no necesariamente se acierta en la decisión que se tome. Por ello es un asunto tan serio. Lo único que creo que puede servir de guía, es cuestionarse con qué se cree que se vivirá más feliz, no hoy ni mañana, sino la vida entera. Casi nunca pensamos en la pareja al iniciar la carrera universitaria, como aquella que vivirá con uno el resto de la vida. Pero, a la filosofía no creo que se le considere un amorcillo fugaz.

La razón por sí sola no alcanza para resolver esto. Así que recomiendo que dejen aflorar su intuición, pero sin acallar el pensamiento. Labor endemoniada, pero necesaria para enfrentar un daimon como Eros.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
El amor a la sabiduría puede ser un amor muy solitario. Pero no necesariamente. Quizás la sabiduría la encontremos en lograr el amor verdadero con nuestra pareja. Saludos


roberto

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