El texto que ha colocado Priani en su “Guía de perplejos” advierte claramente una necesidad de justificación del quehacer filosófico. Es decir, la necesidad de otorgar a la filosofía no sólo un carácter de estudio serio, metódico y riguroso (como el de la ciencia positiva), sino con un respaldo institucional que dé plena legalidad a dicho quehacer. Así, la filosofía “seria” consistiría en un conjunto de investigaciones (que, como señala Ernesto, con una marcada inclinación hacia lo que se ha denominado “filosofía de la ciencia”) que brinden resultados útiles a las ciencias.
Ser profesional implica brindar resultados. Esto supone que, para obtener un presupuesto por parte del Estado (que en el caso de la UNAM, es quien proporciona el dinero), las investigaciones tienen que devolverle resultados que, en última instancia, puedan traducirse en ganancias de tipo monetario. En otras palabras, los presupuestos para la educación no son puro altruismo, sino una declarada inversión. El profesionalismo está, por tanto, fundado sobre una base económica; lo cual explica por qué las profesiones más efectivas obtienen mayores presupuestos en infraestructura y becas.
En el fondo, creo que Salmerón atisbó esta necesidad de justificación para lograr tener más espacios de investigación y cultivo de la filosofía. Literalmente fue (y aún es) necesario seducir a los poseen el capital con la promesa de ganancias mayores si apuestan su inversión en tales investigaciones. La paradoja queda, entonces, expuesta: por un lado, la profesionalización implica una reducción de temas y áreas de investigación filosófica, o sea, no se puede hacer filosofía profesional de cuanto tema se antoje; por otro lado, la institucionalización y academicismo son los únicos lugares en los que la filosofía, en estos tiempos, ha logrado tener un espacio para su continuo desarrollo. Se ha sacrificado la universalidad de la “ciencia primera” por su sobrevivencia.
Así, el texto de Salmerón se puede leer como un claro dictum de lo que debe ser considerado filosofía: se es profesional de la filosofía o no se hace filosofía. La pregunta sería si las nuevas generaciones y todos los otros espacios que se han abierto para la filosofía lo han hecho bajo el mismo ideal o si, más bien, lo hicieron como una alternativa ante tal “fortalecimiento” en la “ciencia primera”. Esto es lo que nos queda al final como filósofos, la pregunta que no se cree lo que los otros han dicho.
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