Mirar las estrellas

A quien me mira en las estrellas

Desde antiguo, las estrellas parecen ser algo muy llamativo para el hombre. Y es que, claro, si antes no había televisión ni Internet, es evidente que los seres humanos tenían que inventarse actividades nocturnas que mantuvieran sus mentes ocupadas. Tomando en cuenta esto, imagino que los humanos de antaño tenían una flexibilidad muy superior en las cervicales, puesto que miraban constantemente al cielo.

Pero, además de creer que en el cielo esos puntitos que brillan en la noche formaban figuras al unirlos, también se creía que representaban estabilidad. Los epicúreos, por ejemplo, suponían que los astros eran la representación visible de la divinidad, de la perfección y, por tanto, de aquellas entidades que no requieren de otras para ser. El hombre, pues, debía –pensaban aquellos placenteros señores– emular las estrellas, ser como estrellas.
Sospecho que antaño como ahora, las estrellas son un código, un patrimonio común de los hombres. Mirar las estrellas es un deleite compartido, un goce que se comunica. Mas aunado a ello, también es cierto que para cada quien representan algo más que cuerpos incandescentes. Las estrellas iluminan la vida de cada quien de maneras insospechadas; es más, se ven siempre diferentes, representan cosas diferentes cada que las miramos.
A título personal, confieso que las estrellas me iluminan de manera especial. Los astros son, para mí, brillo menguado de la mirada de un ángel y éste, a su vez, es tremendamente vital. Las estrellas, por tanto, reiteran la presencia de mi ángel; de mi deseo cumplido. De modo que mirar las estrellas, para mí como para los epicúreos, es observar que la perfección no sólo existe, sino que es la guía que conduce la propia vida, mi vida.

Comentarios

Clau R. ha dicho que…
Creo que nunca te he agradecido estas palabras. Sin embargo, en estos momentos de desasosiego, leerte me hace bien y, claro está, me hace recordar el camino andado. Tal vez nunca encuentre el valor para revelar lo que me turbó el día de hoy. Sin embargo, quiero dejar aquí una marca fehaciente de que, en las estrellas, reconozco lo que realmente nos pertenece.
Mirando al cielo y esperando encontrar la calma en él,
Un ángel perdido.

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