Que las chapas se abren con amigos
Recuerdo que, desde pequeño, existen dos dichos muy comunes relacionados con la amistad. Dicen, por un lado, que “los amigos se cuentan con una mano y sobran dedos de ésta” y, por otro, que “los amigos son para siempre”. Fue en mi paso frenético por la Secundaria donde adquirí amigos “duraderos” y también donde eso de los best friends se convirtió en un tópico nauseabundo y asfixiante. Y es que me surgían “nuevos amigos” de quienes –a veces– sólo conocía el apodo, así que comencé a sospechar de eso llamado amistad. Con todo, casi al final de la Secundaria, una amiga me dijo: “wey, auque vayamos a escuelas diferentes, neta, tú sabes que no hay pex, siempre voy a estar ahí”. La forma en que lo dijo (lo confieso) me horrorizó, el contenido de lo que dijo me estremeció.
¿Cuántas veces no pasa eso de que, sabemos que los amigos “están allí”, y nos despreocupamos de ellos? Resulta curioso el hecho de recordar a los amigos cuando tenemos problemas y nos pueden ayudar, cuando nos enteramos de algo grave que les ha ocurrido o cuando hacemos una fiesta, pachanga, reunión, etc. Nos acordamos de los amigos cuando queremos ir al cine o a un concierto y no nos apetece ir solitos; recordamos a los cuates cuando no queremos estar con la pareja, etc., etc. Otra cosa llamativa es que, al hacer nuevos amigos, éstos ocupan más nuestra atención mientras que, al mismo tiempo, nos despreocupamos por los “viejos amigos” porque sabemos que “están allí”; pero, de pronto, podemos percatarnos de que ya no les hablamos con la misma frecuencia a aquellos camaradas de antaño, comenzamos a ignorar mucho o todo de su vida por la distancia y, la mayoría de las ocasiones, ellos tampoco nos buscan: no nos vemos, no nos hablamos, tal vez no nos reconocemos, pero sabemos que “estamos allí”, perdidos en el mundo. Siempre me ha quedado la duda, ¿los amigos siguen siendo tales a pesar de la distancia? Aristóteles, por ejemplo, pensaba que la amistad no se pierde con la distancia, sólo se extravía su ejercicio. ¿Será la amistad un lazo que jamás puede romperse, amén de la distancia y el olvido?
Cambiar de ambiente es como cambiar de puerta o de chapa, ello implica cambiar de amigos y de llaves respectivamente. Resulta, pues, que las nuevas llaves son más importantes que las viejas; pero la novedad dura poco y, una vez asimilada, nos despreocupamos de las llaves porque sabemos que “están por ahí”; las tenemos y con eso basta. El estrés surge cuando necesitamos las llaves y no las encontramos... igual pasa con los amigos. Simpática analogía ¿no? Resulta, pues, que los amigos y las llaves tienen mucho en común, nos los “echamos a la bolsa” y ya no nos causa ninguna aflicción: los amigos asegurados son amigos invisibles, damos por supuesta su presencia aunque no los presenciemos. Esto debería llamarnos la atención, nuestra percepción es muy limitada y, generalmente, lo que “vemos” es una imagen de nuestra mente, un supuesto cuya comprobación no deseamos: la amistad es grandiosa porque hay en ella fantasía, y no se reduce a la experiencia
El mundo es una habitación muy desordenada, y confieso que he extraviado algunas llaves; pero también estoy consciente de ser una llave extraviada. Ojalá pronto encuentre aquellas llaves porque siempre se puede abrir una puerta interesante. Moraleja: no hay que echar en saco roto las llaves, pues podemos olvidar amigos.
¿Cuántas veces no pasa eso de que, sabemos que los amigos “están allí”, y nos despreocupamos de ellos? Resulta curioso el hecho de recordar a los amigos cuando tenemos problemas y nos pueden ayudar, cuando nos enteramos de algo grave que les ha ocurrido o cuando hacemos una fiesta, pachanga, reunión, etc. Nos acordamos de los amigos cuando queremos ir al cine o a un concierto y no nos apetece ir solitos; recordamos a los cuates cuando no queremos estar con la pareja, etc., etc. Otra cosa llamativa es que, al hacer nuevos amigos, éstos ocupan más nuestra atención mientras que, al mismo tiempo, nos despreocupamos por los “viejos amigos” porque sabemos que “están allí”; pero, de pronto, podemos percatarnos de que ya no les hablamos con la misma frecuencia a aquellos camaradas de antaño, comenzamos a ignorar mucho o todo de su vida por la distancia y, la mayoría de las ocasiones, ellos tampoco nos buscan: no nos vemos, no nos hablamos, tal vez no nos reconocemos, pero sabemos que “estamos allí”, perdidos en el mundo. Siempre me ha quedado la duda, ¿los amigos siguen siendo tales a pesar de la distancia? Aristóteles, por ejemplo, pensaba que la amistad no se pierde con la distancia, sólo se extravía su ejercicio. ¿Será la amistad un lazo que jamás puede romperse, amén de la distancia y el olvido?
Cambiar de ambiente es como cambiar de puerta o de chapa, ello implica cambiar de amigos y de llaves respectivamente. Resulta, pues, que las nuevas llaves son más importantes que las viejas; pero la novedad dura poco y, una vez asimilada, nos despreocupamos de las llaves porque sabemos que “están por ahí”; las tenemos y con eso basta. El estrés surge cuando necesitamos las llaves y no las encontramos... igual pasa con los amigos. Simpática analogía ¿no? Resulta, pues, que los amigos y las llaves tienen mucho en común, nos los “echamos a la bolsa” y ya no nos causa ninguna aflicción: los amigos asegurados son amigos invisibles, damos por supuesta su presencia aunque no los presenciemos. Esto debería llamarnos la atención, nuestra percepción es muy limitada y, generalmente, lo que “vemos” es una imagen de nuestra mente, un supuesto cuya comprobación no deseamos: la amistad es grandiosa porque hay en ella fantasía, y no se reduce a la experiencia
El mundo es una habitación muy desordenada, y confieso que he extraviado algunas llaves; pero también estoy consciente de ser una llave extraviada. Ojalá pronto encuentre aquellas llaves porque siempre se puede abrir una puerta interesante. Moraleja: no hay que echar en saco roto las llaves, pues podemos olvidar amigos.
Comentarios
Gran analogía: ¿acaso todos somos llaves -mas o menos- perdidas o no, en las bolsas de las personas que; a su vez consideramos con la llave para abrir nuestra chapa?
Pero bueno, me despido con una de cita de Deleuze:
El pensamiento de la amistad: creo que sabemos cuándo la amistad acaba (incluso si aún perdura)[...]
Pero ¿sabemos cuándo comienza? No hay flechazo de la amistad, sino más bien un hacerse paso a paso, una lenta labor del tiempo. Éramos amigos y no lo sabíamos.
Un abrazo mi no-tan-nuevo amigo
Aquí el texto completo:
http://www.jacquesderrida.com.ar/restos/blanchot_amistad.htm
La vida se me abre con su amistad; con ello sólo quiero decir que uno debe agradecer la existencia de sus llaves y tratar de no olvidarlas.
Gracias por comentar.